martes, 1 de junio de 2010

Carta para ti.

Querido leéme esta vez, enserio, por favor. Leéme con los mismos ojos que tenías el día en que nos conocimos. Ojos que me permitieron ver en parte el jardín que se haya en tu corazón.
Yo sé que amas y que la amas de verdad. Tambien conozco la contradicción abismante de querer olvidar más que entender por qué la amas.
Oh! Cuánto te asustan sus celos que se entierran como estocadas en tu espalda blanca al aire del invierno, cuánto te chocan y aterran sus inseguridades hirientes y su altanera mirada como enjuicia y somete a balanza la claridad de tus ojos.
Sé que la amas y que te desgarras de dolor;que mientras tu estás sacrificándote intentas complacerla. Yo lo sé por que lo ví desde que llegué a este mundo. Yo lo sé por que aprendí a vivir frente a ese escenario. Yo lo sé por que tambien fui ése intérprete en mis propias tablas ¿Cómo no iba de imitarlos inconscientemente?
No ignoro la esperanza de revertir el devenir del libro inviertiéndolo creyendo así que leemos uno diferente; el fundir mediante la aprobación de sus pruebas los corazones y borrar las llagas y ampollas que ha ambos les han salido.
A ti ahora.
A ella antes.

Entiendo tu empeño ya que muy bien sabes que somos víctimas de víctimas. Pero porfavor querido, no olvides quien eres, recoje del suelo lo que pierdes. Tampoco des tregua para que envenene tu corazón, no ella sino los fantasmas que la acechan, a los cuales ella le abrió la puerta a ciegas.
Que la ardiente unión no deje la estela de una gran montaña que los separa y una red de rosales que crece como enredaderas entre sus cuerpos. Que les dificulta el acercarse.
Sin herir.
Sin ser herido.
Sortea las amenazas y las limitaciones que su amor imponga. Porfavor ámala como lo has hecho todo este tiempo pero ámate a ti mismo con todo tu corazón tambien. No dejes que te exijan el ser y te inventen la libertad que sus propios miedos han de modificar.
Oh querido sánate y sánala pero advierte la pócima venenosa en la cual puede transformarse el amor, pintando de tortura tus palabras. No pierdas tu forma de entregarte y advierte que vale más amarla y no perderla nunca (ni siquiera teñir sus recuerdos de algún particular color), que amarla y que el odio que acecha entre sus corazones los convierta en completos desconocidos.
Sé que es díficil desenamorarse, que uno cuando descubre lo intrincado que puede ser la senda del amor enfermo, tira los dados a la suerte del tiempo y espera la devolución del corazón ninguneado, pero es uno el que mueve y trasciende las espadas del reloj que determinan el propio tiempo. Sólo nuestras manos pueden tomar nuestro corazón desde las jaulas que entre voluntad y ceguera ilusión fuimos a recluir.
Tómalo; es tuyo. Ama al mundo. No al mundo a través de alguien. Ama a todos.
Yo tambien creí que mi amor era tan grande que alcanzaba para dos salvavidas en las aguas de un mar belicoso que yo hasta ese entonces desconocía. Pero me equivoqué. No somos todopoderosos y cada uno puede descubrir como coser la propia herida. Hilo del amor propio. Herida que nadie podrá nuevamente abrirla.

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