miércoles, 16 de marzo de 2011

Treinta y tres.

La certidumbre de que no me aferré
a ningún tipo de imagen
nos hizo necesitarnos.
el viento se llevo los recuerdos.
No fui tras ninguna bendición
sólo aprendi a caminar
sutilmente como la luna
acaricié corazones.

No pudo conmigo la doble visión
esa que ayuda a generar virtuosamente
el engaño fugaz
la agonía que uno mismo perpetúa
la miseria asesina almas
la tragedia que se provoca.

Nos acosaban movimientos dispersos
en la superficie de la realidad
todo parecía distinto.
Dependíamos del ego
y éramos incapaces de percibir la igualdad.
Nos preocupábamos por simples nombres.
Hacíamos hincapié en las particulas
que componían cada cuerpo.
Cada templo.

Ahora sabemos
que aunque no somos la misma unidad
tampoco somos diferentes
es por eso que regresamos.

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