jueves, 15 de diciembre de 2011

Yo amaba a mujeres malvadas.

Me dijeron que
las princesas aún existían
Yo supe poner
ojos en la mujer que dañaba.

Jamás en la que amaba.
Y decía que mujeres más malvadas.
Ahora veo que era yo
quien jamás se amo.

Y pasaron los años
me encerré en un castillo
hecho de hielos y sal
ninguna musa podría llegar.

Me confíe en mi guarida
me aseguré con mis temores
avanzaba prepotente
sólo como fachada.

Y como aliento de aire
con delicado soplo amoroso
sin propuestas ni intenciones
sin mucha luz ni exuberancias.

Llego una princesa a amarme
vestía sorpresas y cantaba colores
delicada y pequeña
fuerte bañada en misterios.

Derritió sin preguntarme
y sin quererlo
ese castillo llamado ego.
Quedé sin escudo. Sin ballesta.

Desnundándome
supo hacerme ver quien
era el caballero
que había bajo tanta armadura.

Aunque a golpes
tuve que quitarme el yelmo
y sólo con lágrimas pude
reanimar el corazón casi muerto.


Por ella hoy camino
alimentando mi alma
con amor e incluso
puedo decir que conocí a Dios.

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